viernes, 8 de octubre de 2010

Una familia es como una silla: le quitas una pata y se cae. Supongo que entonces eso hace que seas de mi familia.

Ni siquiera me había dado cuenta estos días de lo que me pasaba. Me sentía feliz y fuerte. Preparada para lo que me espera. Pero estaba contigo.

Has torcido la esquina, alejándote de mí y ha sido como si un fantasma se llevase mi fuerza.

No era que estuviese haciendo como si nada... era que estabas a mi lado sujetándome y eso me ha dado la energía para aguantar la semana y no derrumbarme en ningún momento.

Y yo sin darme cuenta.

Ayer le decía a Cormac que era muy afortunada, que me lo repito cada día al levantarme para que no me falten las fuerzas para seguir ni las sonrisas para regalar. Y es que sí que lo soy... podría irme todo mal pero sólo el hecho de tenerte a mi lado, me hace ser la más afortunada del mundo.

Nunca me perdonaré los errores que cometí, el daño que te he hecho. Y lo peor es que ni siquiera creo que pueda nunca sanarlos. Te debo tanto... gracias por estos días. Gracias por estos años.

¿Mochileras? dime cuando y donde, que contigo yo firmo al fin del mundo.