viernes, 8 de octubre de 2010

Una familia es como una silla: le quitas una pata y se cae. Supongo que entonces eso hace que seas de mi familia.

Ni siquiera me había dado cuenta estos días de lo que me pasaba. Me sentía feliz y fuerte. Preparada para lo que me espera. Pero estaba contigo.

Has torcido la esquina, alejándote de mí y ha sido como si un fantasma se llevase mi fuerza.

No era que estuviese haciendo como si nada... era que estabas a mi lado sujetándome y eso me ha dado la energía para aguantar la semana y no derrumbarme en ningún momento.

Y yo sin darme cuenta.

Ayer le decía a Cormac que era muy afortunada, que me lo repito cada día al levantarme para que no me falten las fuerzas para seguir ni las sonrisas para regalar. Y es que sí que lo soy... podría irme todo mal pero sólo el hecho de tenerte a mi lado, me hace ser la más afortunada del mundo.

Nunca me perdonaré los errores que cometí, el daño que te he hecho. Y lo peor es que ni siquiera creo que pueda nunca sanarlos. Te debo tanto... gracias por estos días. Gracias por estos años.

¿Mochileras? dime cuando y donde, que contigo yo firmo al fin del mundo.

martes, 14 de septiembre de 2010

E lo vorrei

En primer lugar, aviso de que pasado mañana puede que no comparta ya la misma opinión. Es lo que tiene guiarse por los sentimientos.

Desearía esconderme ahora mismo en un bosque de cipreses, y escuchar el viento acariciando sus hojas y el sonido del quejido de sus ramas. Y desearía no parar de viajar pero tener siempre, en el mismo lugar, un hogar al que volver junto a ti, con una hoguera que encender en invierno, una manta para tumbarnos en el suelo, velas, champagne y un piano de cola al fondo, en un salón grande y luminoso. Y permanecer en silencio para oir tu respiración. O escucharnos, y hablar y hablar y hablar... y no avergonzarme de demostrarte lo que siento contigo cuando estoy feliz o cuando me siento triste o dolida por lo que hiciste, ser valiente y llorar si lo necesito, sin miedo a que me contestes algo que me hunda más en la miseria y con la fortaleza suficiente para no permitirlo.

Estoy condenada de por vida. Un amigo hoy me preguntaba qué me pasaba, qué problema tenía. Yo, sin pararme a pensar, le he contestado que mi problema es y será siempre que siento demasiado. Más tarde, me he parado a analizar lo que he dicho, y me he dado cuenta de hasta qué punto tenía razón yo misma, y ni siquiera era consciente de ello.

A veces, odio sentir. Otras, creo que soy muy afortunada por ello. A veces, es lo que me da la fuerza. Otras, me la roba tan fácil y rápidamente como un niño acepta un caramelo...y por más que le digan que no se aceptan caramelos de desconocidos, lo vuelve a hacer.

Me das la vida y la muerte en vida. La felicidad y la tristeza en la felicidad. La risa y el llanto. La fortaleza y la debilidad. El bienestar y el dolor. Como dice la canción: una de cal y otra de arena.

Ayer me diste el mundo y hoy me lo has quitado. Y a mí sólo me queda "entenderte" porque la otra opción es perderte poco a poco... y yo, en cambio, no veo un mañana sin ti. Nunca había conocido a alguien capaz de dar todo por una persona un día y, al día siguiente, pensar que es mejor no quererse tanto, para sufrir menos mañana. ¿Qué inútil forma es esa de amar?

El día que existan límites en el amor, espero haber muerto.

Desde aquí, cuando necesito recuperar fuerzas, sentirme acompañada, un abrazo, etc. cojo "mi collar" y lo apreto fuerte o admiro el regalo que recibí de una de las personas más interesantes que he conocido nunca...

Y, a la cual, le debo mil disculpas y mil gracias.

che l' oggi restasse oggi senza domani
o domani potesse tendere all' infinito

e lo vorrei
perchè non sono quando non ci sei
e resto solo coi pensieri miei ed io...

jueves, 2 de septiembre de 2010

Sad, but no reason

¡Ey!

¿Os suenan esos días en los que, en realidad, todo va bien, no os podéis quejar: la familia bien, los amigos (los que importan) bien, tenéis a un él/ella que os quiere... pero vosotros no estáis bien?

Yo estoy en esos días.

Todo va bien, tengo suerte: mi familia está bien, mi par de amigos importantes también, mi persona importante me quiere… Y, sin embargo, yo no lo estoy. Pero no consigo encontrar la razón. ¿Cómo voy a decir que no estoy bien si ni siquiera yo sé lo que me pasa?

Sé que es una de esas rachas en las que se está más baja de moral, por lo que sea o por ninguna razón. Pero me da rabia, parezco una desagradecida, y no es así.

Pero me apetece llorar. Probablemente, la causa sea sólo que, al estar lejos de toda mi gente, echo en falta el cariño diario que me brindan. Lo que pasa que, si lo pienso, en realidad, todos (mm o casi todos) y cada uno de ellos están al otro lado del ordenador siempre que pueden para mandarme besos y abrazos y preocuparse por mí, ¡y yo lo agradezco con ganas!

Pero, aún así, yo quiero más.

Quiero más de ti.

¿Cómo explicarlo si sé que te desvives por mí? No lo sé… pero es así como me siento… me siento a falta de ti, necesito más.

Y, en un ataque de rebeldía de niñata quinceañera me encantaría mandarte a la mierda, decirte que no quiero hablar contigo hoy, que hoy es a ti al último que quiero escuchar… única y exclusivamente para que te quedes, me des el coñazo y se vea que luchas por mí…

Qué tonterías… cuando, en realidad, lo único que me pasa es que te quiero y te necesito tanto que, si no estás a mi lado, me canso de respirar.

domingo, 18 de julio de 2010

It hurts

Duele. Pasan los segundos y aumenta la distancia. Mi corazón lo nota y me devuelve, vengándose, punzadas de dolor. Se ha ido. En ese dichoso tren. Y mañana me toca a mí. En ese dichoso avión. Malditos. ¡Qué se habrán creído estos avanzados medios de transporte, que pretenden separar en segundos almas unidas hasta romper sus corazones! No hay derecho, la distancia no debería ser capaz de romper almas forjadas.
Han de pasar semanas hasta volver a verle, qué será de mí. Qué será a la vuelta. Qué me encontraré. Qué estará dispuesto a darme aún. No se merece el dolor de la distancia...
No llores mi amor. Volveré. Volveré y te buscaré entre la gente. Entre toda la muchedumbre. Y te encontraré porque te encontraría con los ojos cerrados, por tu olor o por tus cálidos besos.
Nos vamos cada uno para un lado, kilómetros y kilómetros se interpondrán en unas horas. Y a mí me falta el aire, pero no llores mi amor porque volveré y estaré encantada de tirarme a tus brazos.

martes, 22 de junio de 2010

Como dos desconocidos

Tenía toda la pinta de ser un divertido día de compras entre dos amigas y se ha tornado finalmente en un profundo dolor de cabeza.
Y de corazón.
Lo único bueno de hoy ha sido la compañía, pero, llegada la despedida, las nubes no han aguantado más la tormenta y han decidido soltar su ira: y yo estaba debajo.
La imbécil he sido yo por esperar que un abrazo o un simple beso (que, por cierto, no ha llegado nunca) de la persona adecuada, me ayudase a superar el resto del día. Y ZaS.
En estas situaciones y hace tiempo, yo solía hacer una de dos: pasear y hablar de nada en especial con mi fiel amiga o acudir a mi mejor amigo. Debido a que ella está a unos cuantos kilómetros de distancia y a que él ya no está, me derrumbo sola.
Pero esto se suponía que no tendría que ser así. En algún papel invisible yo creí que había firmado (con mi persona adecuada) los acuerdos de una relación: decírnoslo todo pero apoyarnos incondicionalmente.
Y, sin embargo, hoy, tras haber acudido a ti después de un pesado día, me siento sola, atrapada, cansada y dolida.
Odio estar rodeada de gente y al mismo tiempo sentir la soledad en mi corazón.
Mas tú, hoy, vida mía, te has lucido: te digo que tengo un día malo y necesito estar contigo y el camarero de un bar podría haber sido más comprensivo.
Lo último que esperaba era una "no despedida" con mi huida entre lágrimas.
Hemos sido como dos desconocidos. Un aplauso.
No sé qué es lo que más me duele de todo.
Me pregunto qué pasará cuando te mire otra vez a los ojos.
Hoy, cariño, ya no quiero ni que me toquen.
Y la culpa no es tuya, amor, es mía y del aire.
Y de mis sentimientos y mi corazón.
De la cabeza y la razón.
De las despedidas pasadas y venidas.
Del echar de menos.
De las lágrimas que derramo y de las que no.
Del miedo, del olvido y del amor.
De la fuerza y la debilidad.
De los días, los meses y la vida.
Del cariño que damos y que nos falta aún por dar.
Y de un rubio de ojos azules cobarde e infantil que me abandonó.
Al cual quiero con locura aún. Mi gran amigo. Qué dolor y desgracia quererte tanto.

viernes, 28 de mayo de 2010

Lo fuiste todo. Ya no eres nada

Hace tiempo, pensando en ti, escribí:
"Nunca me iré de tu lado, por mucho que te empeñes o se tuerzan las cosas. Y no es la típica promesa que todo el mundo rompe. Sólo permitiré que te vayas cuando sean tus ojos o tu corazón los que me lo pidan, no tus labios".
No siento que esté rompiendo la promesa porque has sido tú quien lo ha pedido, finalmente. Ha llegado ese momento. Me voy. Y te dedico un adiós eterno. El único adiós que te mereces, por todo lo vivido.
Probablemente no nos separe la distancia o el tiempo, porque no es de eso de lo que me despido. Entre tú y yo se ha roto ese hilo de seda invisible que nos mantenía unidos frente a todo. Y tú lo has roto. Es a esa unión a la que le digo adiós. Seguirás en mi vida, es inevitable, pero habiendo separado el lazo invisible, ya nada de esto es importante para mí. Tú me has dicho adiós.
No quiero verte. No quiero oírte. No quiero olerte. No quiero.
Rompo contigo.
Lo eras todo y no eres nada.
Me usaste hasta que te vino bien y me rechazaste.
Me echaste y me hundiste. Y ahora, como no te viene tan mal y el dolor en ti ha desaparecido, vienes a recuperar tu papel en mi vida. ¡Qué cara más dura! Pero has pasado por alto que, tratando de curar tu corazón, dañaste el mío.
Débil y cobarde. No lo retiro.
Mi corazón no se puede doblar, es de los que se rompen. Saliste de mi vida dejándome desamparada. No vuelvas ahora porque tú te sientas mejor. También te necesité antes y no estuviste. No intentes cumplir un papel que tú mismo has quemado.
Nuestro pasado común es sólo un pasado. No un hay presente. No un hay futuro. No conmigo.

miércoles, 12 de mayo de 2010

Día X3

¿Dónde estás?
¿Dónde estás cuando te necesito? Te busco y no estás. Necesito hablar. O llorar. Reír a carcajadas. O simplemente estar en silencio y, entre miradas, que respetes mi mutismo por el placer de mi compañía y no me interrumpas. Que me mires si lo necesitas pero no me agobies con tus estúpidas preguntas. Que te limites a esperar conmigo hasta que se pase la tormenta, si es lo que necesito; o me levantes a empujones si es encesario para obligarme a luchar. Que vuelvas a ser mi apoyo. Que te comportes como el mejor amigo que un día decidiste ser. Que te arranques el corazón y me mires con ojos llenos de ternura y sin pasión, sin ganas de besarme.
¿Dónde estás?
Te necesito. Te echo de menos. Tengo tanto que contarte y que callarte...
La Gran Vía está vacía.

lunes, 10 de mayo de 2010

¡cuidado: no olvidar!

Tengo que hacer una lista de cosas que no he de olvidar. Entre ellas, dejar de creer que lo sé todo. Me quedó claro la primera vez que me lo dijiste y es algo que ya había oído antes. De todas formas, igual que la primera vez que me lo dijeron e igual que la primera vez que salió de tu boca, no era necesario. Lo sé muy bien.
Ya es suficiente ser consciente de que no sé para qué sirvo. No es fácil sobrevivir a una vida sin saber qué pintas en ella. Es duro no destacar por nada ni saber de nada. Lo único que sé es lo que he aprendido de lo vivido, más bien poco. Y tú ya te encargas de desvalorarlo. Mejor calladita.
De lo demás sólo sé que no sé nada.
También he de cortarme la lengua, no cabrearme por tonterías e intentar no tener 15 años. Cierto, porque yo siempre me cabreo por tonterías y debe ser que soy una adolescente celosa y sin cabeza.
Si continuo con la lista puede que no acabe nunca. Pero tengo suerte porque ya se me ha olvidado todo. Sí, así soy yo. Lo olvido TODO fácilmente. Haré otra lista de cosas que he de hacer: romper la primera, no sufrir por quien no lo merezca, no dar consentimiento a nadie que intente hacerme inferior, medir mis palabras, no confiar.
Esta lista me gusta más. Sólo queda cumplirla.
A veces las cosas me salen mal. Y supongo que las oportunidades que puedo recibir se acaban. Sin embargo, no hay que olvidar que a mí también se me pueden agotar las oportunidades que regalo.
Seguiré luchando en el día a día por encontrar el sendero del que una vez me aparté y así encontrarme a mí misma. Mientras tanto, has de saber que tengo mucho que ofrecer y ya no sé hasta qué punto compartirlo... No olvides que no soy más lista que tú.

Día X, 2

Sigo con poca cordura. Ya no sé cuánta me quedará.
Me resulta curioso pensar en ti cada día y no sentirme mal. No siento ningún atisbo de culpabilidad. Posiblemente se trate de la sensación agobiante que experimenté los últimos días contigo o de que por fin veo que esto es lo mejor para los dos. Sin embargo, todo esto no sería suficiente si no sintiera que, pase lo que pase, siempre nos vamos a querer de una u otra forma.
Es bastante obvio que, el hecho de que no me sienta mal no implica que no te eche de menos.
Sonríe, cielo.

Día X

En un intento de mantener la poca cordura que pueda quedarme, mantengo la promesa de escribirte en cada momento que me gustaría compartir contigo. Y continuo hoy: día X, bloqueada. No estás. Hace buen día. De los primeros que nos regala la primavera. Decido ir caminando a sol y me da por imaginar que podrías ir paseando a mi lado, aunque mire y no estés.
Sigue siendo tan duro como al principio, pero me mantengo firme y segura ante la nueva situación.
A veces siento que tengo tantas cosas que contarte... Mis miedos, triunfos y fracasos eran más fáciles cuando estabas a mi lado. Sin embargo, ya no estás en mi vida, aunque puedo recordarte fácilmente. Que todo te vaya bien, mi vida.

domingo, 14 de marzo de 2010

Copenhague

Supongo que cuando empiezas una relación de cualquier tipo, nunca podrías imaginar cómo empieza (ni cuándo), ni cómo va a terminar (ni cuándo). Es a lo que nos arriesgamos. Nos exponemos de una forma u otra al prójimo y nos entregamos de singular manera en cada caso. Pero no sabemos cuál será el final, si es que lo tiene.
Y, la verdad, nunca pensé que, entre nosotros, sería este.
A ratos estoy bien, otros no puedo evitar venirme abajo. Me siento como una silla sin dos patas.
He pasado de ser quien más feliz podría hacerte, a ser la persona que te arrebata la felicidad. Me siento egoísta por echarte de menos y por querer que vuelvas a mis días, en vez de pensar en ti, en lo mal que lo estás pasando.
La mayor parte de tu dolor es por mí. Lo sé, soy consciente.
Y yo lo entiendo. Entiendo todo lo que puedas sentir. Pero me duele pensar que la causante de todo eso sea yo. Me destroza el alma. Nunca pensé que podría pasarnos justamente a nosotros.
¡¡Me lo prometiste. Me juraste que no dejarías que pasara. Que siempre estarías a mi lado a pesar de todo. Y has fallado. Escapaste. Huiste. Cobarde. Mentiste hasta el último momento. Y yo te creí!!
Podrían tacharte de gilipollas. Pero no gilipollas por lo que sientes, sino por no ser lo suficientemente fuerte para aguantarte y ser capaz de estar a mi lado, porque me lo merezco, porque te necesito. Te has quedado con lo más fácil: HUIR.
Eras mi mejor amigo y tú mismo me has pedido, literalmente, que me olvide de ello, que acepte y asimile que nunca más volveremos a serlo. Pero que no me agobie. Insensato. De ti, cualquier cosa me afecta más que muchas otras.
No eres fuerte. Vale que estés enamorado. Vale que yo haya hecho cosas mal, tantas como tú. Pero eso que haces, dejarme de lado, sacarme de tu vida a golpes... si fuese amor lo que tú tienes, amor limpio, del de verdad, no te comportarías así, como un niñato-niño de papá, porque sabes que así me sentiré mal, porque me estás castigando por no quererte de igual manera que tú a mí.
Tú ahora no estás enamorado. Si lo estuvieses, si me quisieses de verdad, lo único que verías sería que yo te quiero, y esperarías, esperarías por mí, sin dejarme de lado, y no haciendo lo que estás haciendo. Niñato.
No sabes esperar, sin más, a darme el cariño de una amistad, y no tristezas; a quererme de la manera que se pueda, y no dejarme; a ser capaz de ser feliz simplemente con mi amistad y mi presencia, a aprovecharte de la forma que fuese -por decirlo de alguna manera- de estar conmigo. Porque eso es lo que yo haría. Y esperaría durante años, y me daría igual todo, simplemente por el placer de tu compañía. Y yo sería feliz, por verte a ti feliz conmigo.
Y desde aquí, en mi ventana, sintiendo el viento ahí afuera o el sol en mi piel, lo siento. No me caeré, no me volveré débil ni chiflada por perderte. Pero sufriré esto. Porque soy así y no puedo estar bien. Me recuperaré con el tiempo, supongo. No permitiré que me pase lo mismo otra vez, y menos contigo. Esto no va a ser eterno. Te voy a llorar ahora porque si me lo guardo en un rincón, no lo superaré nunca. Y sufriré por ti. Así que, lo siento de verdad. Pienso llorar por ti hasta que no me quede el más mínimo resto, porque para mí eres importante e insustituible. No digo que merezcas mis lágrimas por lo que me estás haciendo, pero mis lágrimas caerán con todo el sentido del mundo para mí. No te cabrees. Así soy yo, y lo sabes. No puedo hacer como si no me pasase nada, no puedo no pasarlo mal porque eres parte de mi vida y de mi corazón.
Pero no te lo mereces. No te mereces nada de esto en absoluto.
Y está claro: tú no me conoces ni la mitad de lo que yo a ti.
Ella duerme tras el vendaval, se quita la ropa, sueña con despertar en otro tiempo, en otra ciudad.

sábado, 27 de febrero de 2010

Desgraciada

Fui partícipe de una interesante conversación en la que se dijo que todo el mundo termina volviendo a su primer amor. Que no somos capaces de olvidar esa espinita que quedó clavada ni los momentos con él. Que, si acaso, aprendemos a sustituirlo.

Yo no quise opinar, me limité a escuchar.

La verdad es que me dio la sensación de que el tema me perseguía cuando llegué a casa y la caja cuadrada del salón me dijo lo mismo. Sería coincidencia, casualidades de la vida.

Pero me sentí culpable al no haber opinado, aunque no entiendo por qué. Es curioso.

Mi primer amor juega conmigo sin siquiera dirigirme la palabra. Pero él ahí sigue, que come pero sin dejar comer. Y yo aquí sigo, condenada a vivir mis historias desde fuera, poque me da la sensación de que si las vivo desde dentro, estaré perdida, sintiendo que me ahogo o que me hago más pequeña cada vez que respiro y suspiro con más fuerza. Porque aún, a veces, me falta el aire.

domingo, 24 de enero de 2010

¡¡¡Me encanta!!!


ME ENCANTABA

  • Ponerme la falda de volantes y dar vueltas para ver su vuelo.
  • Mirar a papá cuando se afeitaba y querer meterle los dedos en la cara cubierta de espuma y poner los pies encima de sus enormes zapatos y caminar juntos por el salón.
  • Cuando apagaba las velas de mi pastel de cumpleaños, me encantaba volver a encenderlas para soplarlas una vez más.
  • Pegar la cara contra el cristal helado y dibujar un corazón con la nariz, en el vaho.
  • Los primeros días de primavera, cuando mamá decía: "¡qué buen tiempo hace! ¿y si comemos en en el patio?"; poníamos el mantel en la mesa y había fresas y chirimoyas de postre.
  • El sonido de la lluvia, al caer sobre mi paraguas de dibujos rojo.
  • Cuando me lavaba los dientes y podía hablar con la boca llena de espuma sin que se me saliera nada.
  • Cuando estaba en casa de la abuela y hablaba con mis padres y les decía, por ejemplo: "hoy ha sido genial, me he acostado muy tarde porque he visto una peli de terror en la tele, que no era para niños y la abuela se ha olvidado de decirme que me lave los dientes."
  • Cuando hacíamos tortitas y le echaba chocolate hasta rebosar.
  • El olor de mi almohada, que olía a regaliz, a jabón, a rosa, al perfume de mamá, a sopa de estrellitas, a pan tostado...pero sobretodo, olía a las sábanas de mi cama, tan suaves por la noche.
  • Pisar solamente las líneas blancas del paso de cebra e ir saltando los bordillos.
  • Cuando tenía una herida en la rodilla y la costra ya estaba seca, arrancármela poco a poco.
  • La camiseta suave de mamá, que olía a mamás.
  • Plantar semillas en algodón mojado.
  • Deshojar una margarita y decir "me quiere, un poco, mucho, apasionadamente, nada."
  • Escribir mi nombre en la primera página de un cuaderno nuevo.
  • Estar de pie en la orilla del mar, y que las olas se llevasen la arena bajo mis pies y se hiciera un pequeño remolino.
  • Cuando el doctor me daba golpecitos en la rodilla, con su martillo diminuto y la pierna se me movía sola.
  • Sacar la mano por la ventana cuando íbamos en el coche, a toda velocidad, y sentir la fuerza del viento.
  • Cuando me aburría en la mesa y hacía bolitas de migas de pan.
  • Chupar una piruleta a la vez que tenía un chicle en la boca, y conseguir que no se pegasen.
  • Hacer pompas ENOOOOOORMES con el chicle.
  • Cuando llegaba el verano y teníamos que irnos a dormir a casa de la abuela porque se estaba más fresquito.


Y ME ENCANTA

  • Cuando la abuela, después de comer, se pone a contar historias de la Guerra Civil y me enseña a concienciarme de lo que vivió
  • Cuando, también, se ríe si le pregunto: "Abuela, ¿cómo conociste al abuelo?". Y, al principio, hace como si tal cosa pero luego se pone a contármelo con un brillo especial a los ojos. Me encanta ver que aún le sigue amando.
  • Salir a la calle después de haber llovido y decir: "oh, ¡qué bien huele a tierra mojada!".
  • Comerme el bocata de calamares de la plaza mayor.
  • Hacer mil planes de museos y exposiciones para cuando acabe de exámenes...aunque luego nunca los haga.
  • Leer mensajes y cartas de hace muchos muchos años y ponerme melancólica.
  • Conservar el viejo, gordo y rojo peluche de mi habitación, aunque todo el mundo me diga que lo tire, que es muy feo.
  • Las discusiones que acaban bien.
  • Darme un golpe en el hueso del codo y que me entre la risa tonta de no poder parar.
  • Acordarme de mi pasado.
  • Pensar lo que aún me queda por descubrir.
  • Imaginarme una y otra vez cómo será la familia que construya para mí.
  • Cuando pasa un avión y yo intento averiguar cosas sobre él y darme cuenta de que igual sí que estoy aprendiendo mucho.
  • Mirar a alguien cuando está sonriendo.
  • Cuando alguien se empeña en sacarme una sonrisa aunque tenga un humor de perros.
  • Que cuando me pongo tonta, me abracen fuerte para que no pueda escapar.
  • Que llegue el momento de salir de fiesta y tengan que maquillarme siempre porque yo me saco de quicio.
  • Que Fati siempre me deje hecha un cuadro y luego todos nos riamos juntos, mientras yo sigo desarrollando mi paciencia.
  • Cuando ha pasado mucho tiempo pero, al volver a ver a esa persona, sentir que todo sigue igual.
  • Cuando llueve y me mojo la cabeza pero no me mojo los pies porque llevo puestas esas botas que a nadie le gustan pero que yo me pongo porque a mí sí, y me las compró mi madre con mucho amor.
  • Sentirme sola porque no tengo a mis padres aquí y luego discutir con ellos cuando les veo para terminar siempre uno disculpándose y decirnos cuánto nos queremos.

Me encanta cuando me da el aire frío en la cara pero tengo el resto del cuerpo supercalentito.

sábado, 23 de enero de 2010


Somewhere over the rainbow...I'm thinking of you and sometimes, I supose: what a wonderful world

¡Maldita subconsciente que no me va a dejar dormir tranquila! Si tú puedes seguir adelante sin mí, yo tengo el mismo derecho a ser feliz sin ti.
Pero no sé amar de otra manera. Ni siquiera quiero aprender. Sólo sé amar como nunca nadie te amó. Y todo es por tu culpa.

Cielo y Tierra


Voy de camino a dar mi último adiós a un señor que pasó por mi vida y me vio crecer y, al mirar por la ventana del autobús, parece que la que ha llegado al cielo soy yo. Todo está bañado de una esponjosa capa de color blanco aún virgen, a pesar de la hora, y, hasta donde la vista me alcanza, no veo la separación con el cielo, blanco también. La imagen me tienta a meterme dentro y perderme. Nunca había experimentado semejante sensación de mezcla de miedo y paz. Bonito día para decidir descansar eternamente, ¡pero qué injusto es el dolor para el resto de los terrestres!

¿Será el cielo así también?

viernes, 1 de enero de 2010

No me toques

¿Qué haces aquí? ¿Por qué has venido?
Vete.
No me toques.
No te atrevas a acercarte.
Aparta tu mirada.
No te atrevas a mirarme.
Siento frío en mi interior.
Te estás acercando.
¿Qué haces? No me saludes.
No vengas.
No me des dos besos.
Aleja tu rostro de mí.
¿Qué haces? ¿Qué haces? ¿Qué haces? ¿Qué haces?¡¡¡¡¡ ¿Qué haces?!!!!!

Me besaste.

¿Por qué lo hiciste? ¿Qué te he hecho yo?
Vete.
Nadie te invitó.
Yo no te invité.
No eres bienvenido.
Ojalá pudiera odiarte.
Odio el destino.
Y odio esta sensación.
Siento frío y dolor.
Vete.

Déjame tranquila, por favor.

Carta a Sus Majestades

Queridos Reyes Magos:
Hace mucho que no les escribo, pero es que perdí la fe en ustedes. De repente un día, alguien me obligó a dejar de soñar y tuve que crecer. Y se acabaron los vasos de leche con galletas que preparé durante muchos años para ustedes y sus camellos.

No sé si siento decepción. A veces dudo qué hacer cuando yo tenga hijos. Cómo actuar respecto a vuestra existencia. ¿Seré yo un buen Rey Mago?

Recuerdo que mis cartas siempre empezaban explicando lo buena que había sido ese año porque mis padres me habían dicho que si era mala, ustedes no me traerían regalos.

Ahora he crecido y - no sé si por su culpa o por obediencia-, decidí siempre ser buena, cada vez mejor, siempre intentar superarme. Hoy me pregunto qué he conseguido con eso, cuando, en realidad, cuanto mejor soy con los demás, más decepción siento ante lo recibido.

Puede parecer que actúo con bondad por interés, por recibir. Pero no es mi caso. Siempre hago todo lo que está en mi mano y más, por los demás. Incluso me vuelco más por el resto que por mí misma. Nunca busco algo a cambio. Es puro placer. Me siento realizada como ser humano. Pero cuando, lo que obtengo a cambio, es desprecio o algún tipo de respuesta o actuación que me haga sentir insignificante o desvalorada, es cuando pierdo las ganas de continuar así y aumenta mi desaliento.

No quiero regalos.

Quiero que usen su magia.

Necesito que borren en mí el sentimiento de decepción conmigo misma y con los demás y los miedos que, a veces, me impiden seguir adelante. Necesito que me abran los ojos y me permitan encontrar lo que busco. Necesito no sentir que, frente a la vida, me encuentro con unas gafas de sol que impiden a mi vista ver la realidad.

Pero por encima de todo, necesito que consigan que nadie se atreva a repetirme que el amor no existe y que, en este mundo, hay gente vacía que no puede aportar nada. A cambio, entrégales la felicidad que se merezcan y, si aceptan, permítanles que sepan ver dentro de, incluso, el más miserable de los seres. Y, para aquél que no crea en el amor, decidan ustedes si mostrarle su error o no.

No sé hasta dónde ha alcanzado mi maldad o mi bondad de este año ni soy capaz de evaluarla, ni siquiera sé si merezco que se me cumpla lo que pido. Decidan también ustedes.

Un saludo,
Una chica cualquiera.