lunes, 19 de mayo de 2008

Un helado corazón

Es un corazón congelado demasiadas veces. Se descongela con la aparición de otro calor humano para ser destrozado y volver a ser de hielo. No sabe por cuanto tiempo más. Puede que sólo unos meses, puede que más, que menos, o - quién sabe - podría ser la vez definitiva: no descongelarse nunca más.
Es un corazón tierno y frágil. Dañado por la miel de unos labios que formaban sonrisas de ensueño cuando ambos cuerpos estaban juntos; por mirar a unos ojos que han callado de la noche a la mañana, que cuando le miran no dicen nada, sin encontrar explicación; roto en mil pedazos por sueños y sueños construidos que son derrotados una y otra vez; y ahora sólo le queda un ligero veneno que escuece por traspasar el límite infranqueable y haberse dejado conocer en un momento de debilidad en el que nos pareció que, esta vez, podíamos confiar plenamente en el otro.

viernes, 16 de mayo de 2008

Holding me, Kissing me baby

Si ya sabía yo que algo pasaba. Estaba claro. Me alegra saber que no soy una loca pesimista obsesionada con que soy incapaz de dar una, después de todo. La verdad es que es normal, no se puede ir por la vida a corazón abierto y con los ojos cerrados, no lo intenten: te das de ostias por todos sitios. Y, sino, fíjense en mí. Ale, aquí me tienen, una vez más, dentro del laberinto. Ole, ole y ole (como se dice en las sevillanas que bailarían ayer en mi querida pradera de S.Isidro Labrador, de VillaNew).
Ahora mismo he llegado a una bifurcación de pasadizos en ese laberinto que es mi vida y, por lo que se ve, me toca elegir. Pero no me gusta nada. No sé si seguir de frente, tal cual vengo, a tientas, perdida totalmente y con ojos cerrados para dejarme guiar por lo que vaya viniendo, disfrutando en lo que se pueda y aguantando lo que venga al arriesgar (y seguir dándome de ostias, que por lo menos, me distraigo) o, por segunda vez en mi vida, actuar racionalmente incumpliendo al máximo lo que me pide ese órgano asquerosamente importante que no se olvida de palpitar ni un jodido segundo.
Todavía, al recordar la primera vez que le desobedecí, hace años, el muy puñetero me da algún que otro punzonazo. No sé si estoy preparada para aventurarme en una nueva historia (la cual puede ser perfecta o un completo desastre) o darle a mis sábanas más razones por las que compartir juntas largas noches de insomnio, a ver qué me cuentan ellas. Pero tampoco me siento capaz en este preciso instante, de poder resistir otro golpetazo.
Lo que pasa es que hay momentos en los que, aún, necesito gritarle holding me, kissing me baby, hugging me, thrilling me, baby...

miércoles, 14 de mayo de 2008

Serán mis hormonas

Días así he tenido para dar, prestar y regalar. Supongo. Pero los odio, aunque sino los tuviera me sentiría extraña (digo yo). Es de esos en los que a pesar de lo bien que va todo, no puedes más y te da el bajón. Tal vez aprender a acostumbrarme a ellos no me vendría nada mal (incluso, puede ser que me saliese rentable), pero por lo que se ve no me ha llegado el momento de adaptarme. No sé si los sobrellevo o me sobrellevan ellos a mí. Son días chungos. Días en los que, de repente, miedos, culpabilidades, errores, dolor…todo vuelve a ti, así sin más, sin ton ni son, sin pedir permiso, a su antojo, y todo por pasar una mala noche entre sábanas o por necesitar ser querida cuando el corazón que está tumbado junto a ti embellece con preciosas palabras a alguien que no eres tú y que, muy posiblemente no serás nunca.

Y lo que más duele es que lo entiendes. Es normal. Yo nunca superaré mi caso. Supongo. Porque sé lo que es querer a alguien como si lo fuera todo. Y sé muy bien lo que es no poder estar a su lado, por lo que sea. Y sé, perfectamente, como se sufre. Y años después, sé lo que es seguir sin superarlo y, además, sentirse culpable aunque no existan razones aparentes de los desastres que surgiesen. Sólo queda vivir con ello o mandar todo a la mierda y superarlo de una puta vez. Tal vez esta es mi oportunidad, ahora que estoy lejos, aquí, años después, desde Madrid. Porque Madrid huele diferente. Y sabe mejor aunque, inevitablemente, la morriña de lo que fue me acompañe a menudo, y el miedo a no volver a querer así ni ser querida como fui, no me deje dormir.

sábado, 10 de mayo de 2008

¿Miedo a enamorarse?

Solicito ayuda urgente. Me han preguntado que si no tengo miedo a enamorarme. Busco la respuesta más exacta y correcta. Mi mente no asimila la existencia de tal sentimiento. Entiendo el miedo a perder a alguien, a que unos planes muy importantes salgan mal, a la bronca de tu madre, a la de tu padre, a la oscuridad, a las alturas, a la muerte… Pero ¿miedo a enamorarse? ¡Dios mío! Tener miedo a enamorarse es tener miedo a echar de menos a alguien a quien quieres cuando no está a tu lado, es levantarse sonriendo porque en tus sueños – una noche más - aparecíais juntos, es apoyar la cabeza en un regazo que parece estar amoldado perfectamente para ti, es esperar una llamada a cualquier hora del día con la ilusión de la primera vez, es hablar con alguien con la soltura de hablar solo o no querer hablar para que no se acabe el momento, es mirar a unos ojos durante minutos sin decir nada pero diciéndolo todo, es sonreír sin motivo (sólo por él/ella), es poder abrazar con ternura, es saber expresar con un beso lo que no se puede expresar con las palabras, es compartir un postre, es sentir que la cama no es tan pequeña como parecía cuando dormís juntos, es conocer lo que es llorar de alegría o con el corazón, es besar con pasión, es querer y ser querido…

No merece la pena tener miedo. Yo prefiero arriesgar, que sino no hay posibles ganancias.