lunes, 4 de mayo de 2009

Mi pasado me perseguía y yo no paraba de correr. Las piernas empezaban a fallarme y yo era consciente de que caería en cualquier momento. Estaba completamente perdida y sola, no había nadie conmigo. Toda esa gente que siempre dijo que me querría eternamente, había desaparecido. Me habían abandonado y, con ellos, se llevaron los años que compartimos. Me habían dejado sola... y ahí estaba yo, corriendo, huyendo de mi pasado. Pero freno de golpe, en seco: un abismo. No sé volar. El pasado cada vez se acerca más, en unos segundos alcanzará mi posición y yo no sé volar. Ni sé enfrentarme a él. Estoy bloqueada. No puedo decidir. Miro a mi atacante a los ojos y sólo la idea de luchar contra él hace que me tiemblen las piernas. Y, sin oportunidad de reaccionar, caigo al vacío. Sin saber volar. Comienzo a sudar, presa del pánico...
Llena de miedo abro los ojos, alterada. Y te veo ahí, a mi lado, con los ojos cerrados, sin que tu cuerpo roce siquiera un milímetro de mi piel, aferrado a mi almohada como si en ello te fuera la vida. De repente, me da por pensar cuánto me querrás y si algún día me abrazarás a mí así. Echo un último vistazo a tu imagen y vuelvo a dormirme, ahora más tranquila al saber que estás conmigo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ver a alguien con uno mismo es lo mejor que te puede ocurrir y calma bastante.
Tú aunque estés a tres metros del cielo siempre nos tendrás a tu lado.


Arrancado