martes, 22 de julio de 2008

13/07/2008

13/07/2008
Academia general del aire. San Javier.

Siento cómo se despierta en mí la sensación de aproximarse una batalla que, tal vez, se me eche encima. Sin bombas ni armas, pero no deja de ser una guerra interior que se exterioriza de la más absurda de las maneras: morros y mala cara, como cuando de peque te obligaban a comerte el plato de pescado que tanto has detestado siempre, sólo que esta vez tengo unos cuantos años más y estoy comiendo macarrones mientras observo cómo un príncipe (que empieza a desteñirme) mira de reojo a una nueva princesa y a mí, cenicienta que se come los marrones (no macarrones, que ya ni me entran) y aguanta los golpes, no para de recordarme lo poco que le gusto, lo que se arrepiente por besarme o la mala cara que tengo.
Pues no. Lo que no tengo es ganas de luchar. Y menos por él. Esta sensación me vuelve negativa y pesimista, y creo que empieza a cansarme.

El himno de España, imágenes y vuelos acrobáticos de aviones preciosos. Miro. Sonrisas entre ellos. Hablan y se ríen sin parar. Conmigo no. Yo no soy tan interesante.

Ya no.

Sólo soy una persona demasiado buena que necesita un marido que le de hijos, ¿no? Y punto, ya lo ha decidido él por mí. O dejo que así sea o me vuelvo la mala del cuento y mato al príncipe desteñido.


Qué tontería, sigo sintiéndome incapaz.

Me pido mejor desaparecer, total me olvidará pronto, se le da bien, en un parpadeo. Así soy yo, me voy sin dejar rastro.

No hay comentarios: